La primera parada del día iba a ser el barrio de Asakusa, para ver el famoso Senso-ji, el templo budista más antiguo de Tokyo.
Alpargata tamaño gigante |
Entrando por la puerta Kaminarimon con su farolillo gigante, se camina por la calle Nakamise, llena de tiendas de souvenirs, hasta llegar a la Pagoda de Cinco Pisos y los salones adyacentes.
De allí nos fuimos a Kappabashi-dori, una calle llena de tiendas de cosas de cocina. Miles de cuencos, platos, palillos, tazas, vasos y cualquier cosa que puedas imaginar para tu casa o restaurante. Una maravilla si llevas la intención de comprar algo de eso.
Cruzamos por el puente Azuma-bashi para llegar al barrio de Sumida y visitar la nueva Torre Tokyo Skytree, que parece que está ahí al lado, pero no os dejéis engañar, que es una buena caminata.
Vistas desde la Torre |
La siguiente parada era el barrio de Ueno, a donde fuimos en metro, porque la caminata hasta la torre había sido considerable. El mercado de la calle Ameyoko era el objetivo. Una calle paralela a las vías del tren llena de tiendas y restaurantes, donde ya era hora de comer sushi en una de esas barras por las que pasan los platos y luego te cobran en función de los que hayas acumulado. Baratísimo y riquísimo. Eso sí, si no te gusta mucho el wasabi, no olvides pedirlo sin, ya que por defecto, los nigiris van bien untados.
Calle Ameyoko |
Aún no habíamos escarmentado del todo, así que siguiendo el blog, fuimos a cenar al callejón Yakitori. Una calle estrecha llena de mini-restaurantes para 5 ó 6 personas, donde te hacen pequeñas brochetas a la parrilla. Una clavada de la leche, que no merece nada la pena. Fue una de las comidas más caras de todo el viaje y totalmente inmerecida.
Muertos de cansancio y desilusionados con la cena, nos fuimos al hotel. ¡Mañana sería otro día!
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