viernes, 5 de enero de 2018

JAPÓN. Día 4: Tokyo (Harajuku, Takeshita-dori, Roppongi)

Era nuestro último día en Tokyo y había que aprovecharlo. Así que volvimos a echarnos a la calle bien temprano. La primera parada iba a ser el Santuario Meiji, unos de los santuarios sintoístas más importantes de todo Japón, un remanso de paz y vegetación en medio de una jungla de asfalto.

Es muy curiosa la historia de este lugar, que recomiendo leer. Sin duda una parada obligada si pasas por Tokyo.



Barriles de sake

Casa de té








Justo al salir del templo, vimos que había un Cat Café, y como nunca habíamos estado en uno, decidimos entrar. Decir que la experiencia no fue lo que esperábamos, además de algo cara para lo que es. Pero bueno, por circunstanciaras nos salió gratis y fue graciosa.






Y muy cerquita estaba otro punto destacado que hay que visitar de Tokyo, sobre todo si eres un poco friki, Takeshita-dori, una calle llena de gente y tiendas a cual más pintoresca. Aunque lo más llamativo está en la propia calle, con la forma de vestir de algunos japoneses.




Las famosas patatas Calbee recién hechas

En Tokyo (y creo que en Japón en general) hay tantísimos restaurantes, que es difícil que alguno destaque sobre los demás. Allí no se lleva mucho Tripadvisor y casi siempre comíamos o cenábamos donde nos llamaba la atención a nuestro paso. Pero uno de los pocos sitios que sí llevábamos apuntado era Gyoza Lou. Un pequeño local con una barra en el medio, famoso por sus gyozas. Y lo cierto es que no nos equivocamos. 





 Y aunque habíamos comido muy bien, en la misma calle nos dimos de bruces con Luke´s Lobster, una franquicia del local original que se encuentra en Nueva York, del que son famosos sus bocadillos de langosta. Lo curioso en que en el de Tokyo, costaban menos de la mitad, así que no nos pudimos resistir a comernos un par. Y he de decir que estaba igual de rico que el original.




Se hizo de noche y pudimos ver las luces navideñas de la calle Omotesando, de donde destaco la tienda Kiddy Land si quieres comprar muñequitos.



Seguimos con la ruta y en metro nos acercamos a la Tokio Tower, inspirada en la Torre Eiffel.


Una visita que os podéis ahorrar. Tampoco tiene mucho misterio.

Y como era la última noche en Tokyo, decidimos volver a Akihabara para cenar y terminar de fundir la tarjeta de crédito.






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