jueves, 11 de enero de 2018

JAPÓN. Día 6: Kyoto (Fushimi Inari, Nara) y cómo ver Geishas

Desayunamos en la cocina del ryokan unos croissants y leche, que desde luego no era de vaca pero tampoco logramos descifrar su procedencia, y pusimos rumbo a ver toriis.

Cogimos autobús hasta la estación y luego tren destino Fushimi Inari. Encontrarás miles de turistas, pero no puedes dejar de visitarlo y quedarte sin una de las fotos más características de todo Japón. Es una pasada.
















Al salir del templo, en una de las calles que bajan hacia la derecha, hay un montón de puestos de souvenirs y comida, a cual más apetecible. Una pena que fuera tan pronto y no tuviéramos mucho hambre.
Unas bolas de masa con cachos de pulpo que estaban buenísimas


Me apasionan los cubiertos de madera

Gyozas cuyo exterior era piel de pollo

Continuamos la ruta cogiendo otro tren hasta Nara, famosa por sus ciervos sika que campan a sus anchas entre la gente mientras les dan comida. La verdad es que no teníamos mucho interés en ir, pero dado que pillaba cerca de Fushimi, que sí que no nos queríamos perder, al final accedimos a visitarla. En cualquier caso, es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y es uno de los destinos más visitados de Japón.

Cuando llegas a la estación de Nara, hay que buscar los autobuses que van a la zona de los templos. Es muy sencillo. Es una línea circular, que la puedes coger para un sentido o para el otro, según te convenga.









Algunos templos después, era hora de comer y volver a Kyoto, esta vez con el firme propósito de ver Geishas.

Decidimos ir a la calle Hanamikoji, donde hay una alta concentración de casas de té, y después de darnos una vuelta por la zona, nos detuvimos delante de la más famosa, la Ochaya Ichiriki. Hace esquina con la calle Shijo, la de los farolillos que habíamos visitado el primer día, una de las calles principales de la ciudad. Así que no tiene pérdida. Pues bien, si esperas en los alrededores de la casa de té entre las 17'30h y las 18h, verás pasar unas cuantas Geishas, ya que es la hora en la que entran a trabajar. Pero como rezan los carteles, no les hables, no las toques, no te hagas selfies con ellas y no las molestes.


Para mí fue un sueño hecho realidad. Me fascina el misterio que envuelve a estas mujeres y era casi el único objetivo de mi viaje a Japón (bueno, ese y el ramen). Si no hubiese conseguido ver alguna, me habría vuelto a España muy desilusionada. Pero como digo, no es tan difícil cruzarse con ellas. Los peinados, el maquillaje, los kimonos, las sandalias con esas suelas infinitas... es increíble que un país tan avanzado pueda convivir con tradiciones tan antiguas.

Antes de ver una real piensas en cómo vas a ser capaz de diferenciarlas de las que van "disfrazadas". Creía que iba a ser más complicado porque lo cierto es que las chicas que alquilan los quimonos, dan el pego. Pero sí, se les diferencia perfectamente. Las de verdad van peinadas y maquilladas y siempre "a la carrera", porque no olvidemos que ellas van así vestidas cuando van a trabajar, no para pasear por la ciudad haciéndose fotos en cada templo como lo hacen las fake.

Las fotos son malísimas porque las hice sin flash e intentado molestar lo menos posible.










Absolutamente expectacular
Lo que ocurriera después de ese momento, ya me daba totalmente igual. Con el subidón de haber visto algo único, nos fuimos a cenar a Tiger Gyoza. Recomendable.

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