7 junio
Salimos muy pronto de San Cristóbal ya que nos enfrentamos al tramo de carretera más complicado de todo el viaje, el que en todas partes advierten del peligro tanto por las curvas, los badenes, como los retenes. Es la carretera de Ocosingo, pero justo para evitar todo eso, decidimos ir por un camino el doble de largo, pero solo una hora más. En total, ocho horas.
Aun así, el ejército nos paró un par de veces para preguntarnos de dónde veníamos, a donde íbamos y a qué nos dedicábamos. En cuanto decíamos que éramos turistas nos dejaban pasar sin ningún problema ni pedir dinero, como habíamos leído que podía pasar.
Llegamos a Palenque a media tarde, a un hotel que además se encarga de rescatar primates confiscados del mercado negro. En medio de la selva, no recomendado para odiadores de los bichos.
Compañera de habitación |
8 junio
Comenzamos el día en las ruinas de Palenque. Espectaculares. Una mezcla de Chichén Itzá sin restaurar y la selva de Cobá. Una humedad del 500%. ¡Y se quejan de que llevan meses sin que llueva!
Al final contratamos guía uniéndonos a una pareja de mexicanos que ya llevaban uno. De los 2800 pesos que nos pedían en la entrada a los 400 que pagamos, no está mal.
Al terminar de visitar las ruinas, nos vamos a las Cascadas Roberto Barrios, sitio muy recomendable, donde te puedes bañar sin ningún peligro. Nos encantó.
Pasamos por zona zapatista donde el gobierno no tiene ni voz ni voto.
Y para terminar del día, la Cascada de Misol-Há, mucho más alta que las de Roberto Barrios, pero menos bonita y apetecible donde bañarse. De hecho, yo no me metí.
Y con esto acaba la etapa de ruta por México. Volvemos al hotel, que nos tenía preparada la sorpresa de que se había ido la luz y el agua y el calor era absolutamente insoportable.
Por suerte consiguieron arreglarlo, lo que nos permitió ducharnos y dormir sin morir derretidos.
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